miércoles, 15 de julio de 2009

-Deberás decir algo porque este blog va de diálogos, no de monólogos.

-¿Y si todo esto, toda esta vida que nos traemos entre manos, todas esas peleas a casi muerte, todos esos besos a tiro desecho; si todo lo que nos pasó y nos pasará por encima y por debajo, todo el pasado sembrándose minuto a minuto a minuto para que tú escribas aquel relato prometido y yo un verso que sobreviva al atardecer de mi vida y al amanecer de la tuya; si todos nuestros honestos y tramposos -y aún así honestos- juegos de palabras tendentes a entendernos en mitad de este florido y/o desolador empeño amoroso, todos estos espejismos que no nos tragamos ni pa'trás y esas paredes contra las que nos damos de bruces con infantil tozudez; si la encarnación en nuestras carnes fundidas de las letras de todos los tangos, si no habrá más penas ni olvidos, si era más fresca que el río naranjo en flor, si qué gran error volverte a ver, si fuiste hondamente mía y llovía y llovía, si todo eso -quiero decir antes de que me pierda y tenga que desandar los renglones a ver dónde he dejado caer el último punto y coma- se debiera llanamente a que juntos, una mañana que no acababa de llover, visitamos el museo judío de Praga?
-...
-Deberás decir algo porque este blog va de diálogos, no de monólogos.
-Creía que todo esto se debía a que un mediodía comimos en un sencillo y bello restaurante de Orvietto.
-Pues has vivido equivocada, amor mío, amore, pebeta de mi barrio. Por lo menos, hasta que un relato tuyo me desmienta.

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