lunes, 20 de julio de 2009

-No estoy tatuada.

-Discúlpame, pero, sinceramente, no me creo que no estés tatuada.
-¿Perdone?
-Puedes tutearme. También puedes no hablarme, claro.
-Te tuteo una vez para decirte que no quiero hablarte.
-Estupendo. Si no me lo aclaras seguiré pensando que tienes algún tatuaje. Y sé dónde.
-Tengo algún novio y ningunas ganas de seguir con este juego.
-No quiero incomodarte, y si no te importa que siga pensando que estás tatuada, continúo leyendo mi libro y no te molesto más.
-No estoy tatuada.
-Bien. Seguiré leyendo. Callado. Otorgando que me has dicho la verdad.
-Me da igual que no me creas. Lo importante es que sigas con tu libro.
-Carver.
-...
-Deberías leerlo.
-Conozco a Carver.
-Nadie conoce a nadie. Yo, por ejemplo, creía conocerte un tatuaje que dices no tener, en un sitio que -eso sí que no puedes negármelo- tienes.
-En la espalda, muy abajo, tengo tatuado un nombre.
-Que empieza por la letra erre.
-Sí...
-Me llamo Raúl.
-Raymond. Tengo tatuado Raymond.
-Por Carver, claro.
-Qué sabrás tú.
-Y tú nunca sabrás lo que sé.
-Deberías seguir leyendo a Carver.
-¿Cómo te llamas?
-Debo irme.
-Estaré aquí cuando vuelvas de Londres.
-No viajo a Londres.
-Claro, claro. Y yo no tengo tatuado tu nombre en mi brazo.
-Claro que no.
-Tengo ventanilla. Si quieres te la cambio por tu pasillo.
-No viajo a Londres.
-Tampoco yo, señorita Carver, tampoco yo.
-...
-Supongo que también te gustará Chéjov.

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