-Hay gente a la que no quiero volver a ver. Nada tiene que ver con el odio. Mucho menos con el despecho. Más bien con el miedo. Quizás con el miedo. Con un temor que proviene de mí y vuelve a mí. Vuelve en forma de mí. Vuelve con mi cara y con mis manos. Vuelve con el ánimo de hacerme lo que les hice. O lo que dejé de hacerles. Miedo inversamente proporcional -¿o es exponencial?- al tiempo pasado.
-¿Al tiempo pasado desde cuándo?
-Al tiempo pasado desde que los vi por última vez. Cuanto más tiempo hace que los he dejado de ver, más temor siento de volver a verlos.
-Exponencial, entonces.
-Si tú lo dices.
-Las mujeres que no quieres volver a ver te han olvidado. Los niños que recuerdas han crecido. Ese que eras ha sido sepultado por este que eres.
-Ellas, ellos, yo, siguen teniendo la edad que tenían. Lo único que ha crecido es el dolor del recuerdo.
-Tranquilo, los fantasmas no se dejan ver.
-Me gusta la frase. Si es que es una ironía.
-Lo que es irónico es que un tipo tan necesitado de fantasmas como tú, tema volver a encontrarse con ellos.
-Eso es paradógico.
-Y también irónico.
-Si tú lo dices...
-Lo digo porque lo sé.
-Si tú lo sabes...
-Te conozco bien.
-Sí, papá.
-Te conozco muy bien. Sobre todo desde que dejamos de vernos.